Cuando los ángeles lloran…

Recordamos esta canción de Maná, dedicada al activista de la Amazonia Chico Mendes, cuando leímos la noticia de que unos furtivos habían matado a un voluntario que dedicaba su vida a proteger la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) en una playa de Costa Rica.

Desgraciadamente, una vez más, la historia se repite…

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Desde aquí queremos hacer un pequeño homenaje a Jairo, un tico de 26 años que vivió y murió por proteger a la mayor tortuga marina que surca los mares.

Actualmente, la tortuga laúd se encuentra en peligro crítico debido a la contaminación marina, la destrucción de las playas donde anidan y la depredación sobre sus huevos por una avariciosa especie llamada Homo sapiens sapiens.

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Los huevos de tortuga son muy demandados por las supuestas propiedades afrodisíacas que poseen (no se consuela el que no quiere), generando así un mercado negro que está esquilmando las poblaciones de tortugas marinas de las playas de todo el mundo.

Es cierto que hay poblaciones locales en las que los huevos forman parte de la gastronomía tradicional. Por ello, el gobierno de Costa Rica permite que cuando se producen las “arribadas” (anidamiento masivo y simultáneo de tortugas), cada familia pueda recolectar cierto número de huevos, un modelo de sostenibilidad que nos parece justo pero que no tiene nada que ver con la devastación que están provocando los furtivos.

Por suerte, existen personas como Jairo que se dedican a patrullar las playas en una carrera contra reloj para encontrar los huevos antes que los furtivos, recolocándolos en sitios seguros donde puedan eclosionar sin peligro y llegar por fin al mar.

Ojalá su muerte no haya sido en vano y sirva para recordar que, detrás de esos parques nacionales rebosantes de biodiversidad, se encuentran miles de voluntarios ofreciendo su entusiasmo por proteger lo que es de todos. Y es completamente impensable que tengan que pagar con su vida por ello…

El 1 de Junio se perdió una batalla, pero esperemos que no se pierda la guerra, de lo contrario, el mundo que nos tocará vivir será muy triste.

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Si queréis saber más sobre esta noticia aquí os dejamos los links:

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/06/02/actualidad/1370204905_478370.html

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/06/01/actualidad/1370118040_830192.html

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Cuidadores de tortugas

Durante nuestra colaboración con Rainsong en la conservación de tortugas marinas, pudimos conocer a Erick López, de PRETOMA, una organización ecologista y ambientalista de Costa Rica centrada en la conservación de la biodiversidad, principalmente marina. Con ellos estuvimos colaborando durante varias semanas, ya al final de nuestro viaje. Para más información sobre esta asociación podéis entrar en el link:
http://www.pretoma.org/es.

PRETOMA tiene diversas bases a lo largo de todo el país, y nosotros fuimos los responsables del cuidado y mantenimiento de la estación de Caletas, en la playa Coyote, al noroeste de Costa Rica. Se trataba de un pequeño refugio situado en plena playa, al más puro estilo Robinson Crusoe. Disponía de unas tiendas con camas encima de la arena, cocina a gas, libros, ducha con agua del pozo y una mesa y hamacas para pasar el rato. Allí pasamos casi dos semanas, a 3 horas a pie del pueblo más cercano. Nuestra única compañía fue la de Javier, un tico muy simpático, su bonito caballo Blanco y quilómetros de playas desérticas.

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IMG_1607Nos sentíamos como unos náufragos en una isla desierta, con las mínimas «comodidades» necesarias para sobrevivir. Comida y agua potable, eso sí, no nos faltaba, ya que una vez a la semana venía Erick con provisiones.

IMG_1639 IMG_2913En una ocasión, mientras jugábamos al dominó con Javier, de repente sentimos un temblor. Conseguimos sintonizar la radio (tipo Lost) y conseguimos enterarnos que se había producido un maremoto a 30 km de la costa, un poco más al sur. Aunque teóricamente no había riesgo de tsunami, el hecho de estar viviendo en una cabaña a pie de playa, sin montañas cerca y sin nada de civilización al alcance, nos hizo pensar en lo pequeños y vulnerables que éramos. Para más inri, de repente estalló una auténtica tormenta tropical, con mucha mucha agua y muchísimos rayos y relámpagos… algunos de ellos cayendo cerca de nuestro pequeño campamento… ¡estábamos atrapados por un «posible tsunami» y una tormenta tropical! Nunca nos habíamos sentido tan insignificantes… Por suerte, nada pasó (en realidad no había nada que temer, pero en esa situación, cualquiera estaría tranquilo…).

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Nuestras tareas en el refugio consistían principalmente en hacernos cargo del vivero de tortugas marinas, patrullar las playas en busca de tortugas ahuevando, asegurarse de que las crías recién nacidas llegasen sin problemas al agua y preparar el vivero para la nueva temporada.

Como ya os contamos en anteriores entradas, todas las especies de tortugas marinas se encuentran bajo algun grado de amenaza, la mayoría debido a causas antrópicas. Uno de los muchos problemas al que se enfrentan es al furtivismo de sus huevos, por sus teóricas propiedades afrodisíacas. Por eso es importante el patrullaje de las playas, para así en el caso de encontrar una tortuga ahuevando, poder localizar el nido y poner los huevos a salvo en el vivero. El objetivo es protegerlos de los furtivos así como de potenciales depredadores como los mapaches. Los huevos tienen que colocarse en el mismo orden en el que se encontraban en el nido, imitando las condiciones ambientales del nido original (temperatura, profundidad del nido, espesor de la arena, etc.). Esto es debido a que no todos los huevos van a eclosionar, ya que muchos de ellos van a servir de aislantes, de amortiguadores o de protección para el resto. Además, la forma en la que son colocados los huevos, así como la profundidad del nido, pueden afectar a la proporción de machos y hembras, ya que como en muchos reptiles, a mayor temperatura (más cerca de la superficie) van a salir más machos y a menor temperatura (más cerca del fondo del nido) van a salir más hembras. IMG_1640 IMG_1610Una vez los huevos han sido recolocados en el vivero, solo falta vigilarlo y esperar a que eclosionen. El tiempo de espera dependerá de la especie de tortuga, pero va desde unos 40 hasta unos 70 días. Es entonces cuando «rescatamos» a las crías eclosionadas y mantenemos un registro de los huevos no eclosionados. En algunos casos, pudimos ver al feto sin vida completamente formado, unido todavía al saco vitelino del que se alimentaba.

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IMG_1617En ocasiones, estuvimos haciendo nuestro trabajo junto con turistas que a propósito visitaban la zona. Fue muy bonito poder enseñar a los niños nuestro trabajo.

IMG_1676  IMG_1682 IMG_1691Pero lo realmente inolvidable es ver como las crías recién nacidas se dirigen por puro instinto hacia al mar. Éste es un proceso clave en la vida de una tortuga, puesto que en el recorrido del nido al agua la tortuga «memoriza» y aprendre en qué playa ha nacido, para volver años más tarde exactamente a la misma playa para desovar. ¡Un espectacular misterio de la naturaleza! Es por eso que no se las debe de ayudar ni llevar directamente al agua. Os dejamos con un video de este proceso:

¡Empieza el viaje por el gran azul!

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Un «hotspot» de biodiversidad

Bienvenidos al Parque Nacional Corcovado, uno de los lugares con más biodiversidad del planeta, un lugar que National Geographic ha catalogado como el «área biológicamente activa más intensa del mundo». Habíamos oído hablar muchísimo de este parque, y desde antes de llegar a Costa Rica teníamos claro que haríamos todo lo posible para visitarlo. Los cuatro días que pasamos allí se nos quedaron grabados en la retina.

Para llegar donde se encuentra el parque, en la Península de Osa, al suroeste del país, lo hicimos cruzando el Golfo Dulce en barco hasta Puerto Jiménez. Allí compramos las entradas del parque, contratamos a nuestro guía Rony, que nos acompañó durante los dos días en el parque y nos hicimos con todo lo necesario para nuestra aventura: comida, agua y repelente de mosquitos.

_MG_2858Para entrar al parque es obligatorio comprar las entradas, una para cada día que se vaya a pasar en el parque, y es preferible (aunque no obligatoria) la contratación de un guía oficial. Decidimos hacernos con los servicios de un guía ya que según habíamos oído, no habían sido pocas las personas que, sin guías, se habían perdido e incluso habían muerto en el parque. Por todo ello, no es para nada barato visitar el parque. Lo recomendable es pasar tres días allí, lo que nosotros, por falta de tiempo (y sobretodo de dinero) sólo pudimos pasar dos días.

Desde Puerto Jiménez nos subimos en la parte de atrás de un camión, que nos llevó durante 3 horas a través de la península hasta la entrada del parque. Durante el camino, el camión incluso llegó a pinchar una rueda. Además, como el camión tenia abierta la parte de arriba, durante el trayecto iban cayendo hojas, ramas, bichos… y fue en una de éstas cuando Albert fue picado por algún tipo de bicho en el antebrazo. El dolor fue superagudo, y el picor que siguió, insoportable. Durante los dos días siguientes, Albert tuvo que concentrarse para no rascarse la picadura… y aún así se le hinchó bastante. ¡Gafes de la selva!

_MG_2773 _MG_2818El sendero de inicio al parque empezaba a pie de playa, en la caseta del parque donde presentamos nuestras entradas y firmamos nuestra llegada. Durante horas y horas cruzamos con Rony playas y selvas, bajo un calor sofocante. La caminata se nos hizo bastante dura: sol, calor, humedad, mosquitos, y muchos, muchos quilómetros.

_MG_2842 _MG_2777 _MG_2813 _MG_2816La verdad es que a pesar de ser un lugar con tanta diversidad, vimos menos animales que en otras ocasiones. Aún así, pudimos ver, entre otros, una pareja de tamandúas mejicanos (Tamandua mexicana), un grupo de coatís (Nasua narica), pecaríes labiados (Tayassu pecari), un grupo de monos araña (Ateles geoffroyi) y por primera vez monos ardilla (Saimiri oerstedii). Uno de los mejores momentos fue cuando estuvimos siguiendo unas huellas de jaguar (Panthera onca) en la arena de la playa. Al parecer eran muy recientes, puesto que la marea estaba subiendo y debía hacer sólo unos minutos que el animal debió pasar por allí. No vimos al jaguar, pero el simple hecho de pensar que estuvimos tan cerca de él fue memorable.

_MG_2838 _MG_2805Quizás la única decepción fue que no conseguimos ver al tapir centroamericano o de Baird (Tapirus bairdii), pese a las muchas pisadas que vimos y a que lo intentamos de todas las maneras con nuestro guía Rony. ¡Nos queda pendiente!

Por la tarde, después de todo el día andando, llegamos a la Estación Biológica de La Sirena, donde cenaríamos y dormiríamos una noche. Allí nos sentimos realmente afortunados: estábamos en medio de un parque nacional, en uno de los lugares con mayor biodiversidad del planeta, un lugar donde sólo se puede llegar después de andar 8 horas o en avioneta (tenía un campo de césped usado como improvisada pista de aterrizaje). ¡Inolvidable!

_MG_2797 _MG_2798Después de cenar, hablamos con Rony para hacer una mini caminadita nocturna, durante la cual conseguimos ver otra vez al icono de Costa Rica: la rana verde de ojos rojos (Agalychnis callidryas).

IMG_2800La vuelta a Puerto Jiménez no fue menos dura, aunque fue atenuada con un bañito refrescante en uno de los muchos ríos que cruzamos. Lo mejor de ese baño era pensar que en cuanto subiera la marea, ese mismo sitio estaría lleno de cocodrilos y de tiburones toro… ¡suerte que nos bañamos fuera de peligro con marea baja!

Así que después de dos días andando y sudando en el parque, llegamos de vuelta a Puerto Jiménez, donde nos comimos una sabrosísima pizza más que merecida. De allí, nos dirigimos a la bahía de Drake, al norte de la península de Osa, donde pasamos unos días de descanso.

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Aguas de color turquesa

Después de 3 horas en bote, llegamos a la provincia de Limón, desde donde nos dirigimos al pequeño pueblo de Cahuita. Este pueblo costero da nombre al Parque Nacional Cahuita, justo al lado. Es considerado una de las áreas de mayor belleza escénica del país por sus playas de arena blanca, su gran número de cocoteros, su mar de color azul turquesa y su arrecife de coral. Este parque, a diferencia de la mayoría de parques del resto del país era gratuito.

_MG_2668El parque fue creado para proteger la flora, la fauna y especialmente los arrecifes de coral que en él se encuentran.  De hecho, la mayor atracción de este parque es su diversa fauna marina. ¡Conocimos un grupo de turistas que buceando habían visto tiburones! Nosotros nos limitamos a pasear por el bosque, pero nos quedamos con ganas de hacer algo de snorkeling.

Lo único que hicimos en esta breve parada fue pasear por el parque y bañarnos en sus playas. ¡Mejor plan, imposible!

_MG_2641 _MG_2667A parte de las playas con agua cristalina, nos encontramos con un mono capuchino de cara blanca (Cebus capucinus). Éste no parecía tan simpático como Tarzán (el mono capuchino «amigo» nuestro del centro de recuperación)… principalmente porque era un animal salvaje. Así que por si acaso mantuvimos la distancia…

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Tortuguero sin tortugas

Uno de los parques naturales que desde el principio teníamos claro visitar era el Parque Nacional Tortuguero, en la costa noreste del país. Este parque está situado en una zona muy remota, rodeado de selvas y de ríos. A él no se puede llegar por carretera, si no que sólo es accesible en avión o en bote, pero a pesar de ello, es el tercer parque más visitado de Costa Rica._MG_2440

IMG_2437 _MG_2446Pese a lo pequeño del pueblo, situado entre la playa y los canales, la oferta de alojamiento es muy amplia. Desde modestas cabinas (habitaciones) a lujosos complejos, con las diferencias de precio evidentes. Nosotros nos alojamos en unas cabinas familiares y baratas (5$ por persona), después de preguntar y comparar por todas partes.

_MG_2445_MG_2592Contratamos un minitour para el día siguiente (tras regatear, lo conseguimos por unos 8$) para ir en canoa por los canales del parque natural para poder ver el máximo número de animales. Así, pudimos ver numerosos caimanes de anteojos (Caiman crocodylus), enormes grupos de monos capuchinos de cara blanca (Cebus capucinus), garzas tigre (Tigrisoma sp.), oropéndolas con sus curiosos nidos colgantes, tucanes, trogones…

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_MG_2532 _MG_2487 _MG_2498Al volver, a pesar de no ser la mejor hora (era cerca de medio día y la mejor hora para ver animales es a primera hora de la mañana), quisimos andar por los senderos del parque. Estuvimos andando un buen rato, sin poder ver absolutamente nada, excepto algunos basiliscos (Basilisicus basiliscus) y una enorme colonia de hormigas guerreras. Una característica importante de estas hormigas, es que a diferencia de la mayor parte de especies de hormiga, estos «ejércitos» no forman hormigueros permanentes, si no que son las propias hormigas las que constituyen un hormiguero nómada con sus cuerpos.

_MG_2543 _MG_2546_MG_2549Ya volviendo hacia el pueblo, cuando pensábamos que no veríamos nada más, vivimos uno de los mejores momentos de nuestro viaje: de repente oímos un ruido de hojas encima de nuestras cabezas, cuando vimos un mono araña (Ateles geoffroyi) saltando de rama en rama y bajando hacia donde estábamos nosotros. Cuando estaba a sólo un par de metros de nosotros nos dimos cuenta de la sorpresa: ¡llevaba a su cría! A pesar de la proximidad la madre parecía no inmutarse por nuestra presencia, y pudimos tomarle muchísimas fotos, mientras la cría nos miraba fijamente sin perder detalle de lo que hacíamos._MG_2570

_MG_2568El pueblo de Tortuguero, además, es conocido también por sus famosas «arribadas» de tortugas marinas a sus playas para desovar. Son varias la especies de tortugas que llegan a sus playas para poner sus huevos. Como todavía no era época de desove, nos tuvimos que conformar con un paseo por la playa y una visita al centro de interpretación de tortugas marinas, ¡donde incluso llegamos a pedir trabajo!.

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La buena Fortuna

Entre montañas, volcanes y lagos, se encuentra el pequeño pueblo de La Fortuna de San Carlos, perfecto campamento base para poder explorar los alrededores, ya que se encuentra a los pies del majestuoso volcán Arenal y cerca del Parque Nacional del Volcán Arenal.

La Fortuna y el volcán ArenalHay muchísimas actividades por hacer y cosas que ver en esta zona, pero la falta de tiempo, nuestra economía, y sobre todo la meteorología, nos privaron de muchas. Aun así, conseguimos ver bastante de lo que queríamos.

A unos quilómetros del pueblo se encuentra la bonita Catarata La Fortuna, la cual cae desde unos 70 metros sobre unos frondosos bosques. A pesar de su relativamente pequeña caída, el ruído y los paisajes que la rodean la hacen espectacular. ¡Esta catarata merecía un bañito! El único problema es que como en muchos lugares en Costa Rica, había que pagar 10$ para verla. A pesar de nuestra reticencia a pagar (no nos gusta el hecho de tener que pagar por maravillas de la naturaleza) pudimos ver que por lo menos el dinero parecía bien empleado, en limpieza, accesos y seguridad. Desde nuestro punto de vista, aunque a priori no lo defendemos, el hecho de tener que pagar, a veces, permite que se conserven este tipo de paisajes.

Catarata de Fortuna La lluvia nos privó de muchas excursiones que queríamos hacer, pero aprovechamos para visitar el EcoCentro Danaus, una pequeña reserva biológica que nos encantó por todo lo que allí había, por los programas de conservación y educación ambiental que allí se hacían y por su producción sostenible. Pudimos ver multitud de animales, del que destacamos la garza pico cuchara (Cochlearius cochlearius), los caimanes negros (Melanosuchus niger), un oso perezoso acurrucado en la copa de un árbol o el icono de Costa Rica, la rana verde de ojos rojos (Agalychnis callidryas) y su puesta de huevos. Os dejamos el link del centro para que le echéis un vistazo: http://www.ecocentrodanaus.com/

Garza pico cuchara (Cochlearius cochlearius) _MG_2282 Perezoso El icono de Costa Rica (Agalychnis callidryas) Puesta de la rana verde de ojos rojos El hecho de que el tiempo no acompañara nos privaba de poder acercarnos al volcán Arenal para poder ver su actividad durante la noche. Este volcán es el más activo de toda Costa Rica, y es frecuente poder observar en días despejados la lava saliendo del cráter. En el mismo hostal donde nos alojamos conocimos a un señor americano, el cuál, por un par de latas de cerveza cada uno (curioso trato) se ofreció a llevarnos en su coche de noche para poder ver la lava emanando del volcán. Y éste fue uno de los momentos del viaje que recordaremos toda la vida… ¡ver un volcán en erupción pone la piel de gallina! Cabe decir que nos llevó al sitio donde todas las agencias de viaje llevan a sus turistas, pero claro, ¡nosotros por un precio mucho más económico! Además, también nos enseñó la preciosa laguna Arenal e incluso una especie de terma natural secreta, un río de agua caliente perfecto para relajarse aun bajo la lluvia.

Laguna Arenal Nuestro amigo ¡Espectacular! InolvidableDurante esos días, a Laura se le agudizó una pequeña infección en el oído, por lo que tuvimos que ir al médico. Éste resultó ser una persona encantadora con la que pasamos un buen rato charlando. ¡Incluso le contamos nuestra desafortunada historia en Puerto Viejo! Así que no sabemos si es que al señor le dimos pena, le caímos bien o porqué fue, pero hizo una llamada y de repente nos convertimos en invitados VIP en una de las termas más caras del pueblo. Otra vez el surrealismo se cruzaba en nuestro camino: nos encontramos en unas idílicas fuentes termales con cena incluida y un servicio inmejorable… ¡»La Fortuna» parecía estar de nuestra parte!

Capuchino rules

El primer parque nacional que decidimos visitar fue el famoso Parque Nacional Manuel Antonio, en la costa del Pacífico, zona de bosque húmedo tropical. Debido a su fácil accesibilidad y a sus pequeñas dimensiones es uno de los parques más visitados de todo el país. Además, ha sido considerado por algunas revistas como uno de los parques más bonitos del mundo.   IMG_0384 _MG_0230 _MG_0393 IMG_0275Nos levantamos bien temprano para poder estar a primera hora de la mañana en el parque y pasamos todo el día allí. Sabíamos que en este parque era «factible» ver muchas especies de animales, pero aun así, pensamos que no iba a ser fácil, así que al principio andamos en silencio y con cuidado en busca de animales. Sólo empezar ya pudimos ver un venado de cola blanca (Odocoileus virginianus) e incluso hacernos fotos con él. ¡Buena manera de empezar!_MG_0187Al encontrarnos con cualquier cosa viviente, como pequeñas lagartijas, les hacíamos fotos como si fuera a ser lo mayor que íbamos a ver. Per poco después nos dimos cuenta que en este parque no sólo era factible ver animales, ¡si no que era muy fácil!, ya que una vez llegamos a una de sus playas principales, a parte de las hordas de turistas que allí habían, empezamos a ver montones de monos capuchinos de cara blanca (Cebus capucinus) y mapaches cangrejeros (Procyon cancrivorus), además de enormes iguanas y millones de cangrejos ermitaños. ¡Hasta pudimos ver un perezoso! Aunque éste estaba muy lejos y no pudimos distinguir qué especie era…_MG_0288 _MG_0374 IMG_0337 _MG_0266 IMG_0235 IMG_0273 _MG_0207Nos encantó el Parque Nacional Manuel Antonio por sus playas paradisíacas, por su facilidad para ver fauna y porque a pesar de la multitud de turistas que lo visitan anualmente, parece que el dinero está bien utilizado para la conservación del parque, para su limpieza y mantenimiento y para programas de educación ambiental que allí se llevan cabo. Creemos que en un parque de este tipo, es importante que los ingresos recibidos se vean reflejados en este sentido.

_MG_0316 IMG_0385Lo «malo» de haber tantos turistas, es que los animales se han acostumbrando mucho a su presencia, por lo que han modificado mucho su comportamiento. Son muy comunes los robos al despiste… ¡por parte de los capuchinos! Más vale tener un ojo en tus pertenencias..

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Rasta courage

En nuestra segunda noche en Costa Rica tuvimos un pequeño gran percance: ¡nos robaron las mochilas!

El primer día en Costa Rica lo pasamos en San José, planeando un poco qué haríamos antes de ir hacia Rainsong y comprando algunas cosas que necesitábamos. Se nos recomendó fervientemente que si queríamos playa, buen ambiente, tranquilidad y selva fuéramos hacia el pequeño pueblo de Puerto Viejo de Talamanca, al sureste del país, a orillas del Mar Caribe.

Después de muchas horas de autobús (el país es muy pequeño pero se tarda muchísimo de un lugar a otro), llegamos de noche a Puerto Viejo. La primera impresión fue inmejorable: pueblo pequeño de ambiente rastafari, reggae, banderas de Bob Marley, playa… Como nos habíamos comprado una tienda de campaña, decidimos acampar en un pequeño camping. Ése fue nuestro primer error.

Empezamos nuestra aventura tica con una buena cena con música en directo, con vistas a la playa y al Mar Caribe. Nos tomamos nuestras primeras cervezas (cerveza Imperial) en Costa Rica a ritmo de reggae e incluso nos dimos nuestro primer baño en el mar. Todo parecía perfecto.

Pero a partir de entonces todo se torció. Fuimos a dormir, guardamos todo lo importante bajo llave en unas taquillas, pero las mochilas grandes con la ropa no cabían así que tuvimos que ponerlas fuera al lado de la tienda. Pensamos que ya que pagábamos por dormir en un camping habría cierta vigilancia… Segundo y principal error. Porque a las 3 de la mañana Laura se despertó con un ruido de cremalleras y unas sombras. Al mirar fuera de la tienda… ¡nuestras dos mochilas habían desaparecido!

Salimos en busca de nuestras preciadas mochilas, y encontramos la de Laura a unos 20 metros, abierta, y tirada en medio de la selva al lado de la playa. De la de Albert, ni rastro. Creemos que el ladrón, al ver que una de las mochilas tenía sólo ropa de chica, no le interesó y se quedó con la que tenía ropa de chico. Entonces empezó nuestra búsqueda de la mochila. Estuvimos varias horas buscando por la playa, por la selva, por todo el pueblo, sin éxito, y fuimos a denunciarlo a la pequeña comisaría de policía que había frente a la playa. Experimentamos la tranquilidad y la pasividad con la que la policía de Puerto Viejo se tomaba nuestro problema. Éso fue lo más parecido al anuncio de Malibu «me estás estresaaando».

Y aquí viene el plato fuerte: al cabo de unas 3 horas de búsqueda, de repente encontramos a un rastafari con la mochila, intentando vender lo poco que quedaba y  vestido plenamente con la ropa de Albert… ¡incluso llevaba sus calzoncillos! Fue entonces cuando empezó una fuerte discusión… momento en el que apareció la policía y lo arrestaron a punta de pistola… ¡de película! Albert nunca olvidará la mirada que puso el supuesto ladrón cuando lo esposaron…

A partir de ese momento, empezó todo el papeleo por la denuncia. Los policias se lo tomaban todo a risa… a todo esto el ladrón esposado en la puerta, durmiendo tan tranquilo. Al final, después de horas de espera y de ver como por la comisaría pasaban turistas con el mismo problema que nosotros, se nos pidió, que ya que disponíamos de tiempo, que declarásemos en un juicio rápido, por lo que acabamos yendo con una furgoneta de la policía con el supuesto ladrón esposado atrás hacia el pequeño pueblo de Bribrí, donde estuvimos declarando ante la juez.. ¡surrealismo puro!

De este juicio no obtuvimos nada en claro… no sabemos si al final encerraron al supuesto ladrón.  Parece ser que era un viejo conocido por la policía y ya había dado más de un problema pero mientras nosotros seguíamos allí, él estaba suelto a la espera de la resolución del juicio.

A partir de entonces viajamos con mucha más cautela y un poco paranoicos por lo que nos había pasado… ¡pero nos sirvió como lección!

De esta aventura no tenemos fotos, ya que no tuvimos tiempo ni ganas de hacer fotos de lo bonito que era el pueblo y sus playas… Lo que a priori parece un paraíso parece que se está «contaminando» con la llegada de rateros de otros pueblos atraídos por los turistas… lo nuestro fue un robo al despiste sin más pero hablando con gente del pueblo nos comentaron que cada vez había más problemas con drogas, atracos…  a veces los turistas traen con ellos más problemas que beneficios….

Apatrullando la playa

Nuestro voluntariado en Rainsong lo alternamos con patrullajes por la playa en busca de tortugas marinas en época de desove. Mary, a parte del centro de recuperación, estaba empezando un proyecto de protección de tortugas marinas en la playa del pequeño pueblo de Manzanillo, un pueblo con un pequeño ultramarinos, un bar, un campo de futbol, una escuela y cuatro o cinco casas. Está situado unos pocos quilómetros al norte de Cabuya, donde se encuentra Rainsong, pero este pequeño pueblo es de dificil acceso.

Allí nos alojámos en las «cabinas» del Bar-Restaurante Las Palmeras, y estuvimos trabajando con Walter, un tico (así es como se llaman los costarricenses) apasionado por las tortugas, sin casa ni propiedades, que dormía en la playa y lo único que hacía era patrullar en busca de tortugas. Además, coincidimos con otros voluntarios, como nuestro amigo Evan (Canadá) y con Jeff (sudafricano afincado en Suiza).

Cabinas Las PalmerasNuestros compañeros_MG_0477IMG_0507En el mundo, existen seis especies diferentes de tortugas marinas (o siete, si consideramos especies distintas a la tortuga verda y a la negra). Así, tenemos a la conocida tortuga boba (Caretta caretta), la tortuga laúd o baula (Dermochelys coriacea), la tortuga verde (Chelonia mydas y/o C. agassizii en el Pacífico), la tortuga carey (Erethmochelis imbricata), la tortuga lora (Lepidochelys olivacea), la tortuga bastarda (Lepidochelys kempii) y la tortuga plana (Natator depressus). La contaminación marina, las redes de los pescadores y la pesca accidental de tortugas, sumado a la introducción de potenciales depredadores, hace que todas ellas estén seriamente amenazadas. Pero además, existe un mercado negro ilegal alrededor de la venta de los huevos de tortuga, muy apreciados por sus teóricas propiedades afrodisíacas. Así, entre la población tica, es muy común el hecho de comer huevos de tortuga y su comercialización ilegal.

Nuestra función era la de patrullar las playas de Manzanillo hasta la desembocadura del río Coyote, a unos 5km, en busca de alguna especie de tortuga marina desovando. O patrullábamos después de cenar, o nos levantábamos a las 3 o las 4 de la mañana para empezar el patrullaje, horas en las que teóricamente las tortugas adultas vuelven para desovar en la misma playa donde nacieron 15 o 20 años antes. Es un misterio como estos animales consiguen volver exactamente a la misma playa después tantos años.

Apatrullando_MG_0863El refugio

IMG_0395En el caso de encontrar alguna tortuga desovando, teníamos que intentar disimular el nido y vigilarlo para que los furtivos no robaran los huevos. El problema es que Mary no disponía de lo realmente necesario para la conservación de tortugas marinas: un vivero donde cuidar los huevos y donde las tortugas pudieran nacer sin amenazas. Además, a pesar de lo que Mary creyera, la playa de Manzanillo no era precisamente las más indicada para encontrar tortugas marinas desovando, y en los días que estuvimos allí encontramos sólo a una tortuga lora desovando (¡por desgracia Laura ese día no se encontraba bien y se la perdió!). En el siguiente video se puede ver a la tortuga cavando el hoyo para el desove (la calidad no es la mejor, además de ser de noche, pero creemos que es muy bonito).

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Una vez llegados al río, justo antes que saliera el sol, hacíamos una hoguera y nos tumbábamos a descansar un rato antes de volver a Manzanillo. Como especies de animales destacadas que pudimos ver durante estos días, destacamos una boa constrictor (Boa constrictor) y una serpiente de mar amarilla (Pelamis platura), además de enormes escorpiones. Más de una vez, al despertarnos habíamos podido ver a algun cocodrilo americano (Crocodylus acutus) huyendo hacia el agua. El resto del día lo pasábamos descansando, leyendo, relajándonos en la playa y comiendo y bebiendo agua de coco recién cogido de las palmeras. Nada mal, ¿no?

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IMG_0363 IMG_0946 IMG_1017Como curiosidad, justo después de una tormenta, aparecieron, como por arte de magia, centenares y centenares de los llamados cangrejos haloween (Geocarcinus quadratus). Los encontrabas por todas partes, en la habitación, en las paredes, en el baño, en la calle, en la cocina… curiosamente, al día siguiente, no quedaba ni rastro de ellos…

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Por otra parte, además de todo este trabajo con las tortugas, estuvimos haciendo educación ambiental en la escuela de Manzanillo. Durante varios días, tuvimos la suerte de conocer a unos niños encantadores para hablar con ellos sobre temas de conservación marina, y sobretodo, intentamos concienciarlos del problema del furtivismo con los huevos de tortuga, pero nunca imponiendo, simplemente informando. Nos hicieron sentir realmente bien, nos fuimos de allí con una gran sonrisa en los labios y con un recuerdo que nunca olvidaremos.

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Nuestra primera experiencia tropical

Uno de los principales motivos por el que viajamos a Costa Rica fue el de poder conocer de cerca su fauna. Para ello, además de viajar por el país, quisimos ejercer de biólogos en contacto constante con los animales, por lo que decidimos participar en un voluntariado con posibles futuras perspectivas laborales (al menos eso es lo que intentamos).

Los que conocéis el mundo de los voluntariados en el campo de la biología, sabréis que parece que no es suficiente colaborar con ellos en lo que haga falta, si no que la mayoría de veces hay que pagar cantidades astronómicas simplemente para poder trabajar, además de tener que pagar por el alojamiento y por la comida… parece que el poder trabajar en la conservación de la biodiversidad solo está al alcance de los que tienen el bolsillo lleno… y ése no era nuestro caso. Así, descartando la posibilidad de pagar, encontramos un pequeño centro de recuperación, en el que colaborando para la causa con poco dinero por lo menos nos proporcionaban alojamiento, y con el tiempo, posibilidad de trabajar allí.

El centro en concreto se llama Rainsong Wildlife Sanctuary, y está situado en la Península de Nicoya, en la costa del Pacífico al noroeste del país. La persona a cargo del centro resultó ser Mary, una americana de Texas enamorada de los animales. Su intención siempre fue buena, la de proteger a los animales, pero creemos que a veces, sólo con la intención no basta.

Mary, propietaria de RainsongEl objetivo del centro era el de rescatar animales salvajes heridos, alimentarlos, cuidarlos y recuperarlos para luego soltarlos de nuevo a su hábitat. Nuestra función era la de alimentar a los animales, limpiarles las jaulas, sacarlos a pasear e incluso hacer visitas guiadas a los turistas que se acercaban. Allí se encontraban numerosos animales, entre los que destacaban por encima de todos las dos especies de monos que allí tenían: Tarzán, el capuchino de cara blanca (Cebus capucinus) y los cuatro monos congos o aulladores (Alouatta palliata).

Tarzán era la «estrella» del centro. Fue capturado de bebé por unos furtivos para tenerlo como mascota, pero pronto se cansaron de él y lo liberaron.  Fue entonces cuando fue atacado por un grupo de monos aulladores y rescatado por la gente local. Una vez en el centro, tuvieron que amputarle su brazo izquierdo debido a las lesiones que tenía, así que cuando se recuperó se vio condenado a permanecer de por vida en Rainsong, ya que su exitosa reinserción en la naturaleza resultaría muy dificil debido a su lesión. Como mínimo lo sacábamos de su jaula dos veces al día (para alimentarle y prepararle la comida), y era entonces cuando empezaba la locura: Tarzán corría y saltaba por todas partes, mordía, rompía o robaba todo lo que encontraba, se peleaba con todo lo que podía… y eso que le faltaba un brazo… ¡No fueron pocas las marcas de sus «juguetones» mordiscos que nos quedaron!

La pelea Tarzan Preparado para la pelea

Mona, Doodles, Francesca y Eve eran los cuatro monos aulladores. Mona era la mayor de ellos, y normalmente la más dificil de tratar. Había sido expulsada de su grupo original por un nuevo macho alfa partiéndose la espalda y quedando gravemente lesionada; el centro la recuperó y la acogió como una más de la familia. Sentía especial predilección por los hombres, por lo que era Albert el que normalmente se ocupaba de ella (una vez se ganó su confianza). Dos veces o más al día teníamos que sacarlos a pasear y alimentarlos. A los más pequeños (Doodles, Francesca y Eve) teníamos incluso que darles el biberón. Eso fue realmente una experiencia inolvidable. Laura llegó a intimar con alguno de ellos, ya en forma de mordisco o de cariñosos besitos. Nos acabamos encariñando mucho con nuestros bebés, y creemos que ellos también con nosotros…

5 monos Eve Más que besos Amamantando Jugando

En Rainsong concidimos con numerosos voluntarios, la mayoría norteamericanos o canadienses. Fue una muy buena ocasión para poner al día y mejorar nuestro nivel de inglés, puesto que al final nos pasábamos 24 horas con ellos. Con algunos de ellos la verdad que hicimos muy buenas migas (en especial con Evan de Canadá y Ben de USA).VoluntariosTuvimos la suerte de tener una cabaña para nosotros solos: la llamada «honey moon hut» (cabaña de la luna de miel). Todos los voluntarios se alojaban juntos en la misma cabaña, donde se encontraba la cocina y cerca de los baños. Nuestra cabaña se encontraba unos minutos selva arriba… así que a pesar de NO tener paredes (en su lugar teníamos unos plásticos) pudimos gozar de cierta intimidad. Para los dos, fue nuestro primer contacto con la selva tropical, y vivir en un sitio como éste, sin paredes, sin comodidades, con un calor asfixiante y con millares de sonidos y de bichos diferentes como compañeros de cabaña fue una experiencia que nos marcó. Cada día allí era una aventura: levantarse oyendo las aves y los monos, ver un coatí (Nasua narica) escondido en un árbol, cruzarse con una mofeta, encontrarse un escorpión en el baño…

Honey moon hut Nuestra cama... El baño... Relax Laura y la araña de seda de oro (Nephila clavipes)

También había muchos otros animales, entre los que destacamos a Anti, el tamandúa mejicano (Tamandua mexicana), el puerco espín (Sphiggurus/Coendu mexicanus), el pecarí de collar (Pecari/Tayassu tajacu), una paca (Agouti/Cuniculus paca), ardillas (Sciurus variegatoides), un ciervo o venado de cola blanca (Odocoileus virginianus), multitud de especies de loros, canarios y cotorras, dos especies de tucán (tucán rey –Ramphastos sulfuratus y un arasarí acollarado –Pteroglossus torquatus), tortugas de río negras (Rhinoclemmys funerea), iguana verde e iguana negra (Iguana iguana y Ctenosauria similis) y hasta un ocelote (Leopardus pardalis) al que le faltaba un ojo.

Anti, el tamandúa Laura y su ardilla Simón Tucán rey (Ramphastos sulfuratus) Pecarí de collar (Pecari tajacu) Ocelote tuerto (Leopardus pardalis)

Combinamos nuestra estancia en Rainsong con patrullajes por la playa de Manzanillo en busca de tortugas marinas desovando, el cual os explicaremos en otra entrada.  El cuidar de todos esos animales fue una experiencia inolvidable, pero al final, a groso modo, no hacíamos nada más que cortar fruta y limpiar jaulas, y como biólogos aspirábamos a algo más… a veces, nos daba la sensación de que los animales eran usados como reclamo turístico para atraer donaciones al centro y el verdadero sentido del «centro de recuperación» quedaba en un segundo plano… pero también entendemos que dados los pocos recursos económicos de los que disponía el centro, la ayuda de los turistas era indispensable para la continuación del programa. Además, creemos que en el centro faltaba gente con formación especializada que estuviera allí a largo plazo, y no simplemente contar con voluntarios que (la mayoría de ellos) no tenían ningún conocimiento en el trato y cuidado de estos animales. De todas formas el balance de nuestra estadía en el centro fue positiva e hizo que nuestra primera experiencia tropical no fuese la última!

Si os gusta el contacto con los animales pero queréis hacerlo de una forma responsable os recomendamos visitar esta web:

http://www.turismo-responsable.com/