Después de más de 4 años, hemos vuelto a pisar la isla de São Jorge. Ha sido sólo por dos días, puesto que el mal tiempo nos ha hecho volver antes de lo planeado, pero aun así hemos tenido tiempo de recordar tiempos pasados y de pasar una noche en la mayor atracción de la isla, la Fajã da Caldeira de Santo Cristo.
São Jorge es una de las cinco islas que forman el grupo central de las Azores, separada de Pico por un estrecho de unas 18 millas náuticas. La isla presenta una topografía bastante característica, puesto que es muy alargada y estrecha (unos 53 km de largo por unos 8 km de ancho), siendo única entre el resto de islas azorianas.
La gran particularidad de esta isla son las llamadas «Fajãs», formaciones aplanadas a nivel del mar resultado de la solidificación de la lava al entrar en contacto con el agua del mar. La isla tiene un total de 74 fajãs, aunque sólo unas 24 están habitadas, y la gran mayoría son poco conocidas. El resultado es un paisaje con altos acantilados que acaban en pequeñas y acojedoras fajãs de difícil acceso pero de espectaculares vistas.
Llegamos a la capital Velas muy temprano en el barco de la mañana, procedentes de São Roque (isla de Pico). Después de un paseo por esta pequeña villa de unos 2000 habitantes, nos hicimos con todos los suministros de comida y demás para los siguientes días y empezamos a hacer autostop en dirección a la parte norte de la isla.
La verdad es que tardamos un buen rato en conseguir que alguien nos parara. Fue casi una hora después, luego de haber andado bastante, aunque la espera valió la pena. Un señor nos paró y nos llevó directamente al mirador de la Fajã das Cubres, incluso regalándonos unas deliciosas rosquillas recién hechas.
Desde este mirador, empezó nuestra odisea a pie. Bajamos hasta la Fajã das Cubres y de allí 1 hora más hasta nuestro destino de acampada, la Fajã de Santo Cristo.
Es posiblemente una de las fajãs más bonitas, y, sin duda, la más famosa de toda la isla. Desde allí se tienen unas vistas privilegiadas a las islas de Graciosa y de Terceira. Debido a su belleza y a sus atributos naturales, fue calificada por el govierno regional como Reserva Natural (entre otras figuras de protección posteriores). Es considerada además como un santuario para los surferos, por lo que muchísima gente baja hasta la fajã para relajarse, acampar, surfear y estar en contacto con la naturaleza.
Por suerte, la fajã no estaba muy concurrida por lo que pudimos acampar en primera línea de mar…
No tuvimos tanta suerte con el tiempo, ya que el viento hizo que la noche en la tienda fuera más movidita de lo esperado, así que al día siguiente tuvimos que recoger nuestras cosas y volvernos hacia Velas. Nos hubiera gustado visitar más partes de la isla, pero con ese tiempo no valía la pena.
Desde aquí queremos agradecer a Mark por llevarnos a Norte Pequeno y ofrecernos rosquillas; a la familia que nos dió cerillas, pastillas para encender fuego y vino; y a Marco y a Jeanette por llevarnos desde la fajã de vuelta a Velas y por dejarnos usar el local de su Asociação da Juventude para descansar. Estes son los «pequeños» detalles que hacen que un viaje sea inolvidable. Por suerte, estas islas están llenas de ellos…
Que buenos recuerdos!! un abrazo zagales!
Bea qué tal tu aventura por Chile? A ver si actualizas tu blog!
Un abrazo
Y que decir de los baños de la Fajã??? Altamente!!
La última foto es muy de El Bulli
Esos baños tan limpios… adecuados hasta para dormir en caso de mal tiempo!!!!
Ja se sabe