Durante siglos, especialmente durante los siglos XVIII y XIX, la caza del cachalote se estableció como una de las principales actividades económicas en las islas Azores. A bordo de pequeños barcos balleneros y cargados con arpones, se cazaron miles y miles de cachalotes, especie residente presente todo el año alrededor de estas islas.
Desde su carne hasta sus huesos y sangre, todo se utilizaba, para la obtención de aceites, perfumes, cosméticos y jabones. Para los locales, la caza constituía un extra de dinero y emoción en su cuotidiana vida diaria.
Ligado a la caza del cachalote, encontramos la figura del vigía. Siempre desde tierra, y apostados en sus lugares de observación con potentes binoculares, los vigías eran los encargados de encontrar a los cachalotes. En cuanto encontraban uno, daban el aviso a los cazadores mediente el uso de fuegos de artificio o de señales de humo. Un trabajo duro y solitario, puesto que trabajaban desde primera hora de la mañana hasta última hora del día.
La caza de cetáceos está prohibida en las islas Azores desde 1987, fecha en la que se cazó el último ejemplar de cachalote. Desde entonces, se ha pasado de cazar al cachalote a observarlo y respetarlo, dando origen al negocio del whalewatching.
El link entre la caza y la observación de cachalotes lo constituyen por tanto los vigías. El whalewatching utiliza el conocimiento de los antiguos balleneros para encontrar cualquier especie de cetáceo y para poder mostrarlo así al turista.
Antero Soares es uno de ellos. Ha sido considerado por revistas de prestigio como uno de los mejores vigías del mundo. Vive por y para la vigía. Fue él quien compró el terreno y quien construyó su propia vigía en São Mateus. Desde allí, Antero consigue encontrar todo tipo de cetáceos, distinguiendo incluso la especie. Es él quien indica a la mayor parte de compañías de avistamiento de cetáceos donde encontrar a los animales.
Desde hace ya más de 15 años dedica la mayor del año a la observación de cetáceos. Es él seguramente quien más conocimiento tiene sobre las épocas de llegada de las diferentes especies. De hecho, mantiene un registro en una pequeña libreta, de un valor incalculable debido a la información que contiene. Allí registra la especie, la fecha y la hora del avistamiento, el comportamiento, la dirección en la que se encontraba, la posición…
Cuando el tiempo no nos permite salir al mar, llevamos a los interesados a visitar la vigía de Antero. Aunque no habla ni una palabra de inglés, consigue comunicarse perfectamente con turistas de todo el mundo.
¡Gracias Antero por tu sabiduría y por hacernos partícipes de tus avistamientos!