Durante nuestra colaboración con Rainsong en la conservación de tortugas marinas, pudimos conocer a Erick López, de PRETOMA, una organización ecologista y ambientalista de Costa Rica centrada en la conservación de la biodiversidad, principalmente marina. Con ellos estuvimos colaborando durante varias semanas, ya al final de nuestro viaje. Para más información sobre esta asociación podéis entrar en el link:
http://www.pretoma.org/es.
PRETOMA tiene diversas bases a lo largo de todo el país, y nosotros fuimos los responsables del cuidado y mantenimiento de la estación de Caletas, en la playa Coyote, al noroeste de Costa Rica. Se trataba de un pequeño refugio situado en plena playa, al más puro estilo Robinson Crusoe. Disponía de unas tiendas con camas encima de la arena, cocina a gas, libros, ducha con agua del pozo y una mesa y hamacas para pasar el rato. Allí pasamos casi dos semanas, a 3 horas a pie del pueblo más cercano. Nuestra única compañía fue la de Javier, un tico muy simpático, su bonito caballo Blanco y quilómetros de playas desérticas.
Nos sentíamos como unos náufragos en una isla desierta, con las mínimas «comodidades» necesarias para sobrevivir. Comida y agua potable, eso sí, no nos faltaba, ya que una vez a la semana venía Erick con provisiones.
En una ocasión, mientras jugábamos al dominó con Javier, de repente sentimos un temblor. Conseguimos sintonizar la radio (tipo Lost) y conseguimos enterarnos que se había producido un maremoto a 30 km de la costa, un poco más al sur. Aunque teóricamente no había riesgo de tsunami, el hecho de estar viviendo en una cabaña a pie de playa, sin montañas cerca y sin nada de civilización al alcance, nos hizo pensar en lo pequeños y vulnerables que éramos. Para más inri, de repente estalló una auténtica tormenta tropical, con mucha mucha agua y muchísimos rayos y relámpagos… algunos de ellos cayendo cerca de nuestro pequeño campamento… ¡estábamos atrapados por un «posible tsunami» y una tormenta tropical! Nunca nos habíamos sentido tan insignificantes… Por suerte, nada pasó (en realidad no había nada que temer, pero en esa situación, cualquiera estaría tranquilo…).
Nuestras tareas en el refugio consistían principalmente en hacernos cargo del vivero de tortugas marinas, patrullar las playas en busca de tortugas ahuevando, asegurarse de que las crías recién nacidas llegasen sin problemas al agua y preparar el vivero para la nueva temporada.
Como ya os contamos en anteriores entradas, todas las especies de tortugas marinas se encuentran bajo algun grado de amenaza, la mayoría debido a causas antrópicas. Uno de los muchos problemas al que se enfrentan es al furtivismo de sus huevos, por sus teóricas propiedades afrodisíacas. Por eso es importante el patrullaje de las playas, para así en el caso de encontrar una tortuga ahuevando, poder localizar el nido y poner los huevos a salvo en el vivero. El objetivo es protegerlos de los furtivos así como de potenciales depredadores como los mapaches. Los huevos tienen que colocarse en el mismo orden en el que se encontraban en el nido, imitando las condiciones ambientales del nido original (temperatura, profundidad del nido, espesor de la arena, etc.). Esto es debido a que no todos los huevos van a eclosionar, ya que muchos de ellos van a servir de aislantes, de amortiguadores o de protección para el resto. Además, la forma en la que son colocados los huevos, así como la profundidad del nido, pueden afectar a la proporción de machos y hembras, ya que como en muchos reptiles, a mayor temperatura (más cerca de la superficie) van a salir más machos y a menor temperatura (más cerca del fondo del nido) van a salir más hembras.
Una vez los huevos han sido recolocados en el vivero, solo falta vigilarlo y esperar a que eclosionen. El tiempo de espera dependerá de la especie de tortuga, pero va desde unos 40 hasta unos 70 días. Es entonces cuando «rescatamos» a las crías eclosionadas y mantenemos un registro de los huevos no eclosionados. En algunos casos, pudimos ver al feto sin vida completamente formado, unido todavía al saco vitelino del que se alimentaba.
En ocasiones, estuvimos haciendo nuestro trabajo junto con turistas que a propósito visitaban la zona. Fue muy bonito poder enseñar a los niños nuestro trabajo.
Pero lo realmente inolvidable es ver como las crías recién nacidas se dirigen por puro instinto hacia al mar. Éste es un proceso clave en la vida de una tortuga, puesto que en el recorrido del nido al agua la tortuga «memoriza» y aprendre en qué playa ha nacido, para volver años más tarde exactamente a la misma playa para desovar. ¡Un espectacular misterio de la naturaleza! Es por eso que no se las debe de ayudar ni llevar directamente al agua. Os dejamos con un video de este proceso:
¡Empieza el viaje por el gran azul!